¿Cómo podemos aplicar en la vida cotidiana los resultados de este hallazgo experimental? ¿Cómo podemos coadyuvar a que la ciencia penetre en la cultura popular? Es evidente que los experimentos efectuados sobre los méritos relativos del cumplido y de la anatema del contrario pueden ayudar a mejorar la vida en común de la pareja. O, simplemente, a sacar las conclusiones pertinentes que pongan fin a la ansiedad generada en el contexto de esa convivencia.
Anuncio de la Juvenile Protective Association en una campaña para generar conciencia sobre
las profundas heridas psicológicas que deja el abuso verbal.
las profundas heridas psicológicas que deja el abuso verbal.
La primera conclusión que se desprende
de los experimentos sobre los efectos de la contrariedad provocada por
el discurso agresivo se aplica a la pareja y a todas las demás
situaciones que puedan contemplarse como la vida en sociedad o la
política. Antes de decirle a alguien: “Te equivocas de cabo a rabo,
como siempre”, habría que pensárselo dos veces.
El efecto de la palabra desabrida es más perverso que la propia sucesión de hechos. El impacto del lenguaje
es sorprendentemente duradero. Es muy fácil constatar con los niños de
tres o cuatro años los efectos indelebles de aprehender una palabra por
escrito, de captar su significado plasmado mediante letras. Una actitud
perversa la pueden imaginar con un dibujo sencillo —de un chimpancé
empujando a otro al río o de una persona soltando una piel de plátano
en la baldosa que está a punto de pisar un anciano—, pero en cuanto un
niño ha aprendido a escribir “perverso” le quedará grabada para siempre
esa palabra. El poder de la palabra escrita en los humanos supera todo
lo imaginable. No me pregunten por qué.
Tal vez la palabra escrita —se empezó a
practicar hace unos tres o cuatro mil años— comportaba una dosis de
compromiso que nunca tuvo la palabra hablada, aunque lo pretendía: “Te
doy mi palabra”, se dice. Los acuerdos contractuales son de fiar cuando
se explicitan mediante un texto escrito y es recurriendo a su
constancia cuando se pueden exigir comportamientos anticipados.
Lo que estamos descubriendo —ahora que científicos como el psicólogo Richard Wiseman
se adentran en ello— es lo que le pasa a la gente por dentro cuando se
comporta de una manera determinada. Más de un lector se preguntará, por
supuesto: “¿Es posible que durante miles de años hayamos prodigado
menos cumplidos que acusaciones, sin saber que estábamos destruyendo la convivencia
de una pareja o de una sociedad?”. Ahora resulta que, después de años
investigando las causas de la ruptura de una pareja, el porcentaje de
las que desaparecen es mucho mayor cuando uno de los miembros es
extremadamente tacaño en los cumplidos, costándole horrores admitir:
“¡Qué razón tienes, amor mío!”.
Que conste que los mismos experimentos
están haciendo aflorar una sospecha centenaria. No sirve de nada mentir
y buscar maneras alambicadas de hacer creer al otro que compartimos su
criterio, estando a años luz de hacerlo. Cuando los consultores de
parejas problemáticas o en vilo aconsejan mayor recato, fórmulas
envolventes que disfracen la situación real o sobreentendimientos
subliminales, no consiguen engañar a nadie.
Siendo eso así, resulta inevitable
preguntarse por los efectos sociales de que la mitad de la población
esté siempre imputando al resto razones infundadas, taimadas,
perversas, interesadas para explicar su comportamiento. Será muy
difícil no sacar la conclusión de que esas palabras calan hondo en la
mente colectiva y acaban dividiendo en dos partes irreconciliables a la
sociedad.
Fuente: http://www.eduardpunset.es/1065/general/hacen-falta-cinco-cumplidos-para-resarcir-un-insulto
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